lunes, 17 de noviembre de 2014

Miedo constante en Internet

Lo que más desconcierta de tener este blog, es mi necedad de escribir lo que pienso, sin miedo a ser juzgada y que algún duendecillo de Internet lo lea y querubines del cielo caigan mientras la persona diga "oh mi cielo, así me siento yo", conectando mundos lejanos.

Peero, también vivo en la constante preocupación de que alguna persona que conozco en la vida real, se tope con esto vea lo que realmente pienso y aagh, me lo reproche en cara.

Ya que, por lo menos no lo tengo que decir.

Esperen, esperen.


Aún tengo la esperanza, de que recapacite mi estupidez. Dejaré de escribir santas tantas pendejadas, (aaah, este mismo un gran ejemplo), pero noo, jamás sucederá.
Vagare en la vida haciendo posts super tontos que luego dentro de un año me arrepentiré y eliminare, para luego escribir otros y nuevamente eliminar y así hasta el infinito y más allá.

domingo, 2 de marzo de 2014

Abadón


   Me encuentro rodeada por corrientes de denso aire y una roja oscuridad. El calor de mi cuerpo en cansancio me protege del cruel frío. Descalza, atravieso una pobre luz anaranjada dentro de tanta penumbra. "No puedo detenerme, necesito un escape de este maldito túnel" me dije, pero no acerté en distinguir una salida. Intento forzar mis ojos, con tal de vislumbrar algo más. Es inútil, detrás solo observo un ancho pasillo cuya profundidad se asemeja a un eterno hoyo. En frente, las rojizas lámparas de neón del techo iluminan un temible camino, pero las paredes se dejan negras. Parece que salgo del infierno, ¿o estoy entrando en el?
  Después de unos minutos no siento ya mis piernas. Mi respiración comienza a doler, se corta, se agota, me quema. Tuve que detenerme en seco, antes de terminar desplomada en el piso. Ahora solo me queda ir lentamente, como un perro enfermo. No, no puedo descansar. Quedarme parada sería la peor idea en este momento, pero al menos ya recorrí un gran tramo. Caminé un rato mientras recobraba fuerzas para seguir huyendo, sabía que esas bastardas criaturas andaban cerca.
   No era la única. A través de los muros se escucha sufrimiento. Gente al otro lado intentando sobrevivir como yo, pero sus llantos desgarradores me dicen... Que los han atrapado. Es imposible moverme con sus gritos, me torturan el cerebro. Por ellos empiezo a preguntarme cuanto tiempo me queda, y si no es mejor morir dejándome vencer que luchar en vano como aquellas miserables personas.
   De pronto, la sangre se me heló. Escucho una sombra saliendo a mis espaldas. Mi corazón se detiene por un instante y el miedo recorre mi piel. "Aquí termino", musité. Estoy tan acabada como para realizar otra huida. Pese mi cuerpo el calor, siento un helado interior. Será muerte, quizás. Me volví casi con lagrimas para ver a quien será mi asesino, pero por suerte (o no se si deba decir suerte) no era uno de esos monstruos.
  De la negrura emergió una desgraciada chica, cargada con largos y finos cabellos. Ella corre horrorizada, aspirando fuerte como queriendo llorar. Apenas pude distinguir lo que era. Salió tan rápido que no logre esquivarla. Nuestros hombros chocaron bruscamente y tropecé. No hay tiempo para andar en el suelo. Antes de volverse en pie nuestros ojos cruzaron y ella plantó su mirada en la mía. Yo estaba imbécil perpleja de su cara. He visto rostros desesperados de enfermedad, de hambre y de mil seres en agonía. Pero jamás tanta en alguien. Jamás tanta en una persona. Verla me provocó el mismo amargo sentimiento. Algo peor que la muerte la tiene así, y eso mismo nos asecha ahora a ambas como presas. Impulsada por un dinamismo interior se levanta mientras me grita "¡Corree!". "Corre", me imagino que se ha estado repitiendo esa palabra a si misma a cada paso que daba, a cada dolor en sus muslos, y en todas las veces que sintió el pecho estallar. El instinto me impulsa, solo el miedo mueve mi exhausto ser.